martes, 9 de febrero de 2010

Imagen de Jesús Nazareno

"Si quieres venir en pos de mi, niégate a ti mismo,
coge tu cruz y sígueme".

"Concédenos caminar siempre contigo y descubrir tu rostro en los hermanos, ayudándoles a llevar también su cruz".

La Obra

La imagen Nuestro Padre Jesús Nazareno, titular de la cofradía de su nombre, dadas sus características y estilo se fecha su ejecución en el siglo XVIII. De ella señaló Don Pascual Madoz en su célebre diccionario histórico publicado en 1845: "…es de escultura admirable, se encuentra en la Capilla de Jesús, esculpido con tal perfección que parece tenga vida". Representa la imagen de Cristo portando la cruz y en actitud de marcha hacia el más alto y generoso de los sacrificios.

No se trata de una figura de armazón como es el otro nazareno de la Semana Santa de Benavente que se guarda en la ermita de la Soledad (Jesús camino del Calvario), sino que fue tallada en un solo tronco de nogal (a excepción de los brazos, a los que se les añade otro tramo). La imagen creada por Antonio Prieto se tuvo que adaptar a la materia prima, por lo que la postura del Nazareno resulta un tanto forzada. El resultado fue un nazareno erguido que no aparece agobiado por el peso de la cruz, una cruz que es aquí simbólica, de reducidas dimensiones. No es tampoco un nazareno asido a la cruz, sino que sus manos mantienen espacio y movilidad con respecto a ésta. De hecho esta escultura no presenta a Jesús en actitud de marcha, propias del clásico o prototípico nazareno, sino que más bien responde al canon y disposición en la postura un ecce homo. Se trata pues de una imagen de vestir, aunque aparentemente parezca una talla completa, como erróneamente se puede juzgar en una observación parcial. Una observación más detenida e integral permite comprobar que tan sólo se trabajaron las partes más visibles, como son el rostro, pies y manos, mientras que al resto del cuerpo se le dio tan sólo forma y volumen pero no talla y encarnación. En aras de efectismo barroco, tan del gusto de la época, tal y como era propio y habitual durante el periodo se trabajan las partes visibles, completándolas con otras postizas como el cabello o las vestimentas y túnicas ricamente bordadas.


La imagen de Jesús Nazareno transmite gran profundidad en el rostro y en la mirada. Un rostro sudoroso, de ojos almendrados y mejillas inflamadas que parecen delatan agotamiento. Acusa el rostro de Jesús casi extenuación, reforzando este efecto con la mirada alta como buscando a la Madre y la boca entreabierta. Otro de los detalles que destaca de esta imagen es la delicadeza de sus manos, que casi acarician la cruz.

A mediados de la década de 1990 fue restaurada por el escultor zamorano Donelis Almeida.

Su autor

Hemos de indicar que gracias a la reciente localización de un libro de cuentas de la cofradía de los siglos XVIII y buena parte del XIX, cuyo estudio estamos realizando, podemos establecer con certeza la autoría de la obra, ya que en varias partidas de gasto que se incluyen en dicho libro se señala que en el año 1768 se hizo por encargo de los hermanos de la cofradía la imagen que hay en la capilla de Jesús. Los oficiales de la cofradía demandaron una nueva para la procesión del Encuentro a causa del deterioro de la existente. Así en las cuentas de dicho año se hacen constar las cantidades abonadas al escultor imaginero, al cual se le admite como hermano de la cofradía, aunque a costa de parte de los emolumentos que debía percibir por su trabajo:

" … se abonan zinquenta y tres reales de vellón en esta forma, veinte que por la libranza se pagan ha dicho Antonio Prieto, por la hechura de la imagen, y los treinta y tres restantes de la carta de pago que se le entregó por la admisión de cofrade en dicha hermandad."

El oficio lo había aprendido de su padre, Manuel Prieto, quien desempeñaba también el oficio de escultor. De esto último no parece aventurado colegir que Antonio Prieto sería desde muy joven un aprendiz avezado con conocimiento del oficio. Por la realización de la imagen se satisfacen igualmente cien reales a otro artista llamado Fernando Recio, según consta en dos partidas diferentes como pago a los trabajos de encarnación realizados en la imagen y una corona para la misma. Conocemos de este último que era vecino de la feligresía de Santa María del Azogue, donde compaginaba los encargos como encarnador de santos e imágenes con el oficio de latonero. La talla realizada por Antonio Prieto en 1768 vino a sustituir otra antigua, a la cual en el trascurso de la primera mitad del siglo XVII había sido necesario aplicar algunas restauraciones, y de cuyo paradero no vuelve a indicarse nada.


Consultando en la documentación municipal con respecto a la personalidad de Antonio Prieto, hemos logrado saber que el imaginero o santero, como se le llama en los padrones de habitantes de la época, pertenecía a una familia de escultores que habitaba una casa con terrenos anejos, situada ésta en la parte baja de la Calle de la Cárcel (actual calle Zamora), incluida por entonces en la feligresía de Renueva. La casa la había recibió en herencia su madre Teresa Casero y estaba situada al lado derecho de dicha calle, ya que sus terrenos traseros colindaban con la ronda situada al espaldón del Convento de Santo Domingo. En 1744 el matrimonio Prieto Casero vive junto a sus cuatro hijos, tres de ellos varones y una hembra. Antonio contaba entonces con diez años, de lo cual se desprende que había nacido en 1734. Posteriormente, en 1752, la familia se había reducido a dos hijos varones y una hija, menores todos ellos, por lo cual creemos que el hijo mayor ya se había emancipado y estaba ausente de Benavente. Precisamente poco después de que Antonio Prieto realizase la imagen de Jesús Nazareno, cuando contaba la edad de treinta y cuatro años, la familia desaparece temporalmente de los padrones de vecindario. La ausencia debió prolongarse al menos entre cuatro a seis años, ya que entre 1769 y 1772 no constan en los vecindarios. Razones profesionales podrán haber obligado a la familia a trasladarse temporalmente a otra población. En 1775 reaparece nuevamente Manuel Prieto, como escultor casado, sin hijos, de lo cual se deriva que éstos ya se habrían independizado durante el tiempo en que se ausentaron de Benavente. En el padrón de 1775 figura por primera vez como cabeza de familia Antonio Prieto, también santero, quien reside también en la parroquia de Renueva, pero en distinto domicilio que sus ancestros. Tiene Antonio un entenado o hijastro de dieciséis años que se llama José San Román, sin duda resultado de un matrimonio anterior de su esposa. De esta última nada se dice, por lo cual es de suponer que ha fallecido recientemente, ya que se menciona a otros dos de corta edad. Igualmente un año después, en otro padrón, se consigna a Antonio Prieto con un hijo en edad pupilar, con un entenado llamado Josef San Román, de diecisiete años y otro pupilo (hijo menor). En 1785 ya no figura empadronado Antonio Prieto.

La situación estratégica de Benavente entre varios obispados y ciudades, en pleno Camino Real entre Madrid y Galicia, junto con la existencia en la villa de varios monasterios y conventos, además de más de una decena de templos proporcionaron sin duda un buen mercado con potenciales encargos para maestros escultores, tallistas, constructores de retablos, doradores y plateros. No en balde en las últimas décadas del siglo XVIII contaba Benavente con una buena cantera de escultores, imagineros, tallistas y doradores de retablos. Así tenían sus talleres en la villa escultores y entalladores como Antonio Gandarillas, Feliciano Ferrero, tallistas como Pedro Pérez, Lorenzo Iván, Joaquín Plaza, Juan Antonio Ortiz, José de Castro y Antonio Pérez, etc., además de maestros doradores como Joaquín Garrido y Antonio Sánchez, entre otros.

Juan Carlos de la Mata Guerra

Fotos: Francisco José Rebordinos Hernando

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